En ocasiones, conviene interrumpir la terapia de pareja y trabajar para ayudar a alguno de los miembros de la relación o a ambos a enfrentar adecuadamente la ruptura sentimental definitiva si la pareja llega a la conclusión de que esa es la opción más acertada. Sin embargo, con cierta frecuencia los miembros de la pareja que acuden a terapia ven en la separación una solución transitoria que les permitirá distanciarse para, una vez resueltas sus dificultades, poder volver a convivir en pareja.
Hemos de aclarar que, en la inmensa mayoría de los casos esta decisión no es la adecuada puesto que los problemas que existen son problemas de relación que no van a poder ser resueltos si esa relación no existe y, por tanto, no se pueden poner en práctica las habilidades que se entrenen para su manejo.
Únicamente en algunos casos especiales este alejamiento temporal puede resultar de alguna utilidad:
- Cuando la relación está tan cargada de elementos aversivos, que tomar distancia para programar un reencuentro progresivo recuperando los momentos más gratificantes de la relación puede ser muy apropiado.
- Cuando ese alejamiento transitorio permite que uno o los dos miembros de la pareja pueda “echar de menos” alguno de los aspectos reforzantes de la relación y, por tanto, trabajar en la resolución de los problemas existentes con más “ganas”.
En cualquier caso, la labor del terapeuta no ha de ser la de reconciliar a toda costa a las parejas que acuden a sesión. Actuar como un factor de apoyo permitiendo a los clientes decidir su propio futuro es el papel fundamental que ha de cumplir un terapeuta de pareja, aunque esta decisión suponga la ruptura definitiva de la relación.